Tuesday, January 15, 2019

Umbral de reflexiones.



Marita estaba paralizada.
Otra vez sopa se dijo, como con deseos claros de ponerle un nombre a su presente.
Un presente por el que en su pasado había circulado varias veces.

La habían venido a buscar hasta su casa. Ella entonces estaba muy entretenida con su proyecto de gastronomía. Ahora estaba sentada con sus manos vacías y el corazón roto.
Claramente le interesó la oferta.
Seguía teniendo buen ojo para distinguir a primera vista cuando una mercadería era de primera.
Vinieron después de haber averiguado quién era.
Nada de casualidades, hoy tenía certeza de la intención de aquel movimiento.
El supo como ubicarla.
Preguntó a quienes la conocían como llegar para hacer contacto. Igual sabía Marita que estaba en todas las redes sociales. Figura pública ella, tremendamente emprendedora, no reparaba en resguardar nada de su vida privada.
La caja era bastante atractiva, considerando que era una pieza de algunos años.
Miró en busca de alguna identificación porque siempre supo que confiaba demasiado rápido.
La caja traía moño de colores, papel del bueno indicadores que le ayudaron en la propuesta de desatarlos.
Por eso se negaba a escuchar a quienes hoy, con el diario del lunes le decían que había ignorado señales, "te estafan porque vos crees que lo que te dicen es cierto".. repitió Ana.
Sentada en el umbral del negocio, buscaba entre sus memorias el punto ciego en el espejo.
Donde con sólo desatar el moño la llevo a firmar aquel cheque casi en blanco.

Y no alcanzaban ahora sus reproches, no dejaba de castigarse una y otra vez por haber sido tan crédula.
¿Seguiría trabajando sola eternamente?

¿O alguna vez sería ella la que iría a buscar a quién reuniese todas las condiciones que le eran necesarias?
Solía conformarse con poco. Temía en el fondo aspirar a mas. Profecía autocumplida decía su terapeuta. El miedo era el termostato de su desconfianza. Ojalá fuera dirigida al  OTRO. Ella no podía confiar en ser merecedora de viajar en primera clase.
Si se animaba a entrar en el círculo grande su creencia le decía que terminaría en bancarrota.
Su vida era una sucesión de repeticiones.
Con espacios de transición donde reunía fuerzas, que en el capítulo siguiente dejaba le arrebaten como en un juego de niños.

Seguía mirando la caja vacía, las promesas incumplidas, las fotos de aquello que creía le garantizaban de contenido.
Le daba vergüenza llamar a Ana.
Sabía lo que iba a decirle.
Ni rastro del proveedor de la caja.


Norma Echavarria