Todos los días nos dormimos y nos despertamos, con suerte rodeados de
otros.
En el mejor de los casos, desde la mirada de la madurez, durmiendo con
quien amamos, rodeados por sus brazos, o enredadas nuestras piernas
confundiéndose bajo las mantas.
Desde pequeños, buscamos el
contacto que nos reafirme.
Nos entregarnos a los brazos de Morfeo mas tranquilos si nuestra madre
o nuestro padre nos convencen que la noche es un sitio seguro, si entramos
caminando de la mano de la fantasía de un cuento...Sabemos que al día siguiente
serán ellos mismos los que acariciando nuestro cuerpo nos ayudaran a volver al
ser conciente que necesita seguir aprendiendo.
Hago esta introducción porque quisiera analizar el impacto que ser
desatentos tiene en nuestros vínculos cotidianos, pero que no logramos entender
cuando solo asociamos la desatención a perder u olvidar nuestras cosas.
Cuando la desatención convivía conmigo sin espacios libres, ni siquiera
sabía que ser distraída era algo que afectaba a todos los que me rodeaban.
Siempre pensé que solo implicaban cuadruplicados de documentos, u objetos perdidos.
Como adulta las cosas olvidadas debía
reponerlas, gastando nuevamente el dinero en el objeto que ya había comprado una
vez.
Pésimo negocio.
De pequeña, recuerdo con mucha tristeza, que la consecuencia con fines didácticos, era no
reponer lo perdido, para que la falta generara una experiencia de aprendizaje y
responsabilidad.
Cosa que nunca pude aprender, obviamente.
Sentí sin embargo que el castigo que se instalaba en mi tras cada pérdida, fueron bien capitalizados como mensajes de desvalorización.
Todo lo que podía tener en mis manos, corría riesgo. No era confiable para transportar nada con garantías.
Creo que así es como aprendí a no comprarme nunca cosas valiosas.
Porque perder un bolígrafo plástico, no era tan grave. Perdí lapiceras
de oro, de plata, Parker, Cross, de varias marcas bonitas y caras.
Pero lo mas claro fue darme cuenta que yo era como una bolsa descosida
en un sitio no visible.
Sin nunca darme cuenta como, las cosas se me escurrían.
Pero el objeto del mayor desconcierto viene hoy de la mano de la
reflexión acerca de que implica ser desatento con los otros.
Eso es bastante mas complejo.
Sobre todo porque las personas no somos objetos, nuestros vínculos se
construyen, y son vulnerables, muy vulnerables.

Imaginemos un pequeño en la escuela, que por ser distraído omite las
señales emitidas por sus pares en el aula, que de esa forma arman el juego del próximo recreo.
Quedando afuera del programa, puede que se sienta
excluido, sin que nadie intencionalmente lo haya propuesto.
Puede que ni siquiera lo sienta porque sigue exiliado involuntariamente
en su mundo en estado semiconectado, o inconciente del
entorno, ensimismado vaya a saber en que nube mental..
O puede que corra a interrumpirlos, si es de los que no manejan los
impulsos, o puede que quede fuera de la rueda observando como los demás se
divierten...porque no tiene iniciativa y vive siempre la disociación entre lo que
desearía y lo que no acciona.
Puede que de tantos momentos fuera de
sintonía deje de mirar que hacen sus pares.
Y se acostumbre a jugar a estar
solo.
Hasta que deja de ser un juego y pasa a
ser una triste costumbre.

Mundo de fantasías que no logran compartirse, o de impulsos que no
permiten que otros compartan momentos que casi no tienen registro para quien
los protagoniza.
De
todas formas, un ser que padece desatención, suele viajar solo.
Porque las desconexiones también son
producto de la dificultad en el AUTOCONTROL DE LA CONDUCTA.
Muchos niños no entienden (porque no venimos con manual de
instrucciones) el motivo de tal consecuencia.
Y compensan sintiendo entonces que el costo de estar con otros, es
complacer, agradar y aceptar lo que sea para pertenecer al grupo, en la versión
pasiva.
Para otros, mas impulsivos, la agresión, la oposición, la
desestimación, sería parte de la versión activa disfuncional que justifica el
estar excluídos.
Desde allí pueden surgir múltiples combinaciones, que serán propias de
cada historia.
Esa memoria de trabajo de la que tanto
pudimos escuchar, no solo sirve para el estudio. Es esencial para vincularnos con otras personas, desde pequeños cargamos con esta disfunción, y desde entonces construimos modelos para relacionarnos como podemos.
Entonces, algunos parecen muy centrados en ellos mismos, pero con dificultades
serias para negociar alternativas que ellos no desean.
O quedan demasiado centrados en los otros, aceptando lo que les sugieren, solo para
poder subirse a alguna situación que suena divertida.
Pero que no lo es.
Porque tendrá la amenaza latente de la posible
pérdida.
Como es entonces que impacta el estar
distraído cuando uno se encuentra con otros? Cómo es que desde nuestro estilo
nos eligen o elegimos una pareja?
En realidad desde mi visión impacta
constantemente y en todas las dimensiones posibles.
No registrar que nos están hablando, porque creemos que podemos
escuchar mientras hacemos otra cosa, puede que sea uno de tantos ejemplos.
Y puede que seamos capaces de una atención múltiple.
Hasta podríamos repetir lo que nos fue dicho, con exactitud...
Pero quien está en ese momento protagonizando la comunicación, necesita
que su momento sea exclusivo. Quiere que nuestra mirada sea para ellos, y que
nuestra mente la acompañe.
Todos sentimos necesidad de que nos presten
atención.
Y de eso se trata.
El mensaje que transmite quien está comprometido haciendo otra cosa,
mientras necesitamos su foco, es uno que transmite una devolución negativa. Y múltiples
posibles interpretaciones
NO VALE LA PENA DETENERME...LO TUYO NO ES TAN IMPORTANTE.....TU TIEMPO
NO SER EXCLUSIVO....NO MERECES MAS QUE ESTO Y CONTENTATE CON ELLO....EN
REALIDAD....NO ME IMPORTAS...NO TE REGISTRO....