Wednesday, August 13, 2014

Risas de ida y de vuelta

Ella entró sonriente como siempre, aunque mi mente sigue adivinando cierta tristeza  escondida detrás de su mirada esquiva.

Una mirada que probablemente se construyó  con kilómetros de historias de fracasos. De los escolares, frustraciones, pérdidas, o una vida llena de papeles de extra, para una actriz que merecía acceder a protagónicos... y con una gran creatividad malentendida en colegios que pretenden aún hoy solo acumular información en vez de motivar el verdadero aprendizaje.

Él, mas relajado que en un principio.
Mucho.
Ambos lindos, seguros, aplacados, como convencidos entraron a mi oficina solo que hoy riendo juntos. Igual que cuando partieron.

Mas de un par de años pasaron desde que empezamos a destejer la enmarañada situación de su todos los días como pareja, o serán cuatro?
Poco importa porque yo también me pierdo, pero bastante poco y mucho al mismo tiempo.

Luna era tan hermosa como es ahora, morena, poseedora de una cautivante belleza con sabor de Oriente.
Buen nombre, mejor imposible.
Colgada, risueña, inocente en sus movimientos intempestivos y torpes. Tierna, llena de vitalidad de esa que desparrama destellos de energía a cientos de km a la redonda. Aunque cuando abría la boca en estado de enojo, se defendía con artillería pesada.

Quien la amaba, y al que ella deseaba tener a su lado era exactamente un buen contraste.
Justo, era su nombre de bautizo. Otra perfecta coincidencia.
 Justo,  se dio cuenta que para Luna el amor era algo difícil de mantener estable.
Para un hombre calculador, con ciertos rasgos obsesivos, serio, compenetrado en lo que debía hacerse, esta relación avanzaba un casillero y cuando se relajaba, retrocedía hasta la salida...


Luna era enigmática, impredecible, divertida, ocurrente.
Y lo amaba, pero en forma difícil de clasificar para Justo, que clasificaba sistemáticamente todo, comparaba, citaba, refería. Todo tenía lógica en la mente de Justo.
Menos Luna.
Pues la lógica de Luna era la intuición plena. El mejor plan era la falta de uno.

 Ella lo elegía todos los días, luego olvidaba porqué lo hacía, volvía corriendo a apretarlo con abrazos de osezno tierno, o lo ignoraba esquiva porque estaba construyendo cascadas de sueños.
Mareado es poco, cierto?

Imaginar que alguien que sin entender como es el TDAH pueda caminar en semejante pista enjabonada, lo califica hoy como candidato al Oscar de la paciencia.

Justo y Luna se habían enamorado exactamente por lo mismo que venían a mi oficina.
Ella una campanilla alegre y desorganizada, el necesitado de aire fresco y de alguien que le mueva un poco las lineas rectas.
Organizado, preciso, puntual, planificado.
Ella corriendo siempre detrás del reloj como el conejo de Alicia.
Discusiones, caras, enojos, peleas.
Peleas y malentendidos que se apilaban a diario.
Hermoso fue hoy ver como aprendieron a apilar risas.
Y todo tuvo mas sentido cuando Luna se encontró identificada en los relatos de este extraño pero recién después de medicada, y educada, mas amigable trastorno.
Pero eso si, NO soy una trastornada¡ ja reía a carcajadas.
Experta en hacer reír con sus ocurrencias automáticas ahora había organizado una vida mas estable, mas coherente con sus deseos y para ello Justo había tomado parte vital en el proyecto.
Cada uno complementando al otro como danzando sin intención consciente de hacerlo.

Y me encantó verlos, y escuchar su charla, sin agresiones hoy, sin discusión ni lágrimas.
Solo planteos, emociones, ejemplos, ambos buscando caminos nuevos de negociación cotidiana.

Tal vez una sesión de ajuste, de esos service de los 10.000 km que tenemos de vez en cuando.
Y por que reían?

Porque habían olvidado el motivo que les hizo pedir la entrevista....

Habrá sido alguna discusión apocalíptica?
No importa, porque evidentemente aprendieron ya a olvidarla ambos. Justo y Luna.
Lindo verlos riendo.







Norma Echavarría
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Cualquier parecido a la realidad es tan solo pura coincidencia.




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