Es la naturaleza humana la portadora del código
de supervivencia, así como el interés en la pertenencia a uno o mas
grupos que favorezcan su funcionamiento, parte del desarrollo mas evolucionado
de nuestros cerebros, está en la conectividad
que logra en las interacciones con otros.
Interesarse en ese “Otro”, cuyo atractivo permite una particular cercanía,
parecería ser producto de la libertad de elección, aunque es
solo parte del sistema biológico que nos perpetua como especie.
Personalmente,
obvio, es a través de la creación de nuestros vínculos que
aprendemos a desarrollar quienes podemos ser en la vida.
Solo me inquieta la evolución
que la sociedad tiene al respecto.

Lo digo porque así como recibir
un mensaje cargado de corazones puede sonar divertido, recibir uno que plantee
el final de la relación me parece portación
de crueldad cibernética.
Terminar una relación
por Skype, o por correo es un homicidio del amor en la posmodernidad, y evitar
los encuentros, aun cuando fueran solo nuestras voces me esta encendiendo señales
de alarma.
Me pregunto si una sociedad que ha mutado
favoreciendo una nueva forma de vínculos virtuales, es la que
sostiene la nueva manera de enamorarse, vínculos que
permiten una impersonalidad plagada de narcisismo, en una comunicación cargada de silencios y de emoticones que hablen por nosotros...

Para que tanto, si cada día estamos mas solos?
Hace tiempo sonaban los celulares, eran los
ring tones los que nos individualizaban, y después sabíamos
quien nos llamaba, reíamos, nos contábamos historias, nos hacíamos cómplices
de momentos que alternadamente intercambiaban nuestro protagonismo.
Prácticamente todos teníamos teléfonos
fijos, (quien hoy los siga teniendo, debe ser porque es mas engorroso darle de
baja, o porque concentra el servidor de internet o de cable en la misma línea.)
Alguien de mi época recuerda
acaso lo que era esperar años por una línea?
Así fue en
Argentina por décadas..
Fueron los teléfonos móviles
uno de los avances que creo yo modificaron nuestra conducta aun mas que los
ordenadores.
Porque los ordenadores, no teniendo
portabilidad nos protegieron un buen tiempo. Partir a nuestras
casas sin que nos persiguiera la conectividad continua, es algo que ya quedo
para el olvido.
Tomábamos mate, cafecitos, o teníamos charlas enteras sin interrupciones.
Podíamos pasar un cumpleaños conectados con los amigos y
quienes amábamos conectados
con ese presente, sin mas fotos que las de la torta.
Que obvio veíamos en el siguiente encuentro... con suerte.
Quede pensando si así como permitimos que algo bueno se apodere de nosotros, no podríamos
retirarle algo del poder que le otorgamos?
Mi primer celular lo compré en 1990 cuando pocas mujeres tenían uno entonces.

También así caí en la trampa, al dejar que invadiera mi vida privada bajo el título de mantenerme en contacto.
Así fue como me perdí muchos valiosos momentos con ellos dejando que una conversación personal, o profesional, quitase mi emoción de plano de donde estaba, dejándome incapacitada de reconectarme con el momento perdido.
Hoy, 24 años mas tarde
son tantas las aplicaciones que nos notifican que alguien nos mando un mensaje,
que distinguirlas para saber si fue un WhatsApp, un Twit, o un Instagram es
todo un desafío.

La
tecnología nos ha abierto caminos que generan oportunidades magnificas,
como poder cenar con mi hija a 9000 millas de distancia...
Y puede ser magnifico ver fotos de una
pareja en su aniversario, o de la noche maravillosa en esa isla desierta....y
compartirla...
Pero ya no parecieran existir eventos
privados.
Hasta he vivido 4 años dentro de un romance que no hubiera sido posible sin el soporte de la tecnología.
El en Chicago, yo en Buenos Aires.
Viví una relación a distancia, que basaba el vínculo en compartirnos virtualmente casi todo....Condimentando la historia con viajes cada dos meses..
Dormir con la aplicación Skype abierta, sostenía la engañosa y dolorosa vivencia de vivir juntos cuando no podíamos compartir las mismas estrellas del cielo diariamente.
Mi pregunta es si tal vez la tecnología no fue la que nos convenció de la realidad de algo que no pudo nunca serlo.
Una historia de amor, que jamás olvidare, con un comienzo de cuento de Hadas y un final sin contacto.

Ella se refería al sonido de las notificaciones, que provenientes de un bolsillo o una cartera
nos reclaman de a uno, de la realidad presencial para mudar nuestra mirada a un
pequeño teclado que hoy parece comandarlo todo.
Cuando le dejamos el espacio a la
comunicación escrita y dejamos de oír tonos de
voz, palabras, las emociones se nos confunden...y las relaciones desde mi
mirada se impersonalizan.
Me gustaría tener una de esas relaciones que aparentemente han pasado de moda.
Cada vez mas mensajes cuya carga emocional
merecerían un encuentro
personal, vienen en formato electrónico.
Algo que a veces nos cuesta entender, procesar, viene en formato unidireccional, sin chance de respuesta, o con la espera de que los tildes azules nos confirmen que al menos ha sido recibido.
Acaso es que los teléfonos
quedan mudos, o es deliberado el no atenderlos?
Tal vez se genero una fobia que desconozco?
Es una declaración desde el
deseo, la de volver al uno a uno cara a cara que parece ha pasado de moda.
Mucho mas si de amor se trata.
Una vida hecha por mensajes de texto,
twits, o salvas de imágenes, se torna
muda, pierde voz propia y sostiene desde mi visión solo relaciones inconsistentes.
Somos personajes sin personas.
Necesitamos de todos nuestros sentidos para
modificar nuestra realidad comunicacional.
Creo que el sentido común debería regir cuando es
que deberíamos usar el
mensaje solo para coordinar nuestro encuentro.

Usemos los teléfonos como lo hacían antes, para charlar con quienes nos interesan realmente.
Y ayudemos a nuestros hijos, que son nativos
de esta tecnología a registrar lo
importante que es mantener nuestra esencia humana en integridad plena.
Ningún emoticon transmite el calor del abrazo, o miles de palabras
encerradas en una mirada.
No permitamos que la vida misma pase de moda
Gracias por seguir leyendo.
Norma Echavarria
27 de Diciembre 2014.