
Otra vez
sopa, como decía su abuela.
Cuando se
conocieron el vértigo fue el primer plato.
La pasión las coincidencias, momentos de reconfirmación de cuan perfectos eran uno para el otro.
Tan vertiginosamente que se habían pasado varios meses entreverando sus historias y sus cuerpos.
El no se
imaginó tampoco esta vez que quedaría fuera de juego.
Aunque
fuese él quien se bajase antes de ser
olvidado.
Un pequeño detalle, que poco cambiaba el final del cuento. Pues tampoco peleaban por recuperarlo.
Algo que
hacía sin lugar a dudas, era
acomodarse.
Para hacer que sintieran que el estaba
dispuesto a compartir su vida, a ser flexible, a ser buen compañero.
Como lo
hiciera siempre. Desde pequeño.
Tan acomodado como lo son las sombras. Perfectamente detrás o a su lado.
De tanta
flexibilidad en su complacencia, aparentemente terminaban sin verlo.
O aprovechando su generosa entrega, le dejaban en el estante, como un juguete que ya no despierta ningún atractivo.
El mundo
entero parecía desconocer quien era.
Ahora se daba cuenta que ni él mismo tenía idea de quien había sido.

Repasaba
una y otra vez la escenas, mientras se llenaba un vaso con dos medidas de
whisky y volcaba un par de hielos.
Que
fallaba sistemáticamente?
O sería que era demasiado romance para el siglo XXI?
Un iluso,
un idealista.
Eso era
seguramente.
O un
experto en elecciones erróneas?
Porque ya
tenía el récord, de ser un excelente escucha para cada una de sus parejas,
entre otras cosas.
Y estaba
seguro de sus registros... O no tanto?
Sería posible que de golpe soltaran amarras sin él a bordo? O lo abandonen por otro.
Otra vez alguien cuyo amor aparentemente había conquistado, lo dejaba en el
banco.
Así se sentía.
Un tipo
lleno de talentos, buena persona, inteligente, un educado caballero que era
invitado a salir por la puerta de servicio, u olvidado en algún desván o altillo.
Llevaba
una rudimentaria estadística.
Evidentemente
no tenía problemas iniciando
historias amorosas.
Y de ser
un amante apasionado.
Parecería que a poco de la partida algo se generaba para que
volviese a sentirse solo.
Ese era otro
de los problemas.
Cuando
estaba solo, se llenaba de angustia, brotaba soledad por sus poros,y un tendal
de juicios destructivos en hilera se hacían presentes.
Nadie
puede quererte, sos un perdedor, un don nadie, sos un fracaso, cuando vas a
darte cuenta?
Lágrimas tan transparentes como él alma que ofrecía.
Lo había sentido siempre, en cada instancia, en cada etapa peleaba con un monstruo de sombras.
Una
transparencia que probablemente fueran las generadoras de la huida repentina de quien le acompañase entonces.
Podría ser que la urgencia hija de su ansiedad, llevaba a quemar las naves recién desembarcado?
Era la pasión abrumadora o era su franca
adaptabilidad que lo hacían dócil?
La pasión daba paso a una profunda tristeza.
Ambas intensamente arraigadas en su cuerpo.
Lo peor
de todo es que seguía repitiendo la vivencia del peso de la
sombría cotidianidad pero no lograba
acostumbrarse. Tal vez eso era bueno.
Tal vez
debería esperar hasta ser realmente
elegido.
Se daba
cuenta que nunca lo había pensado siquiera.
Amar al
hombre solitario y distraído sería posible?
Amar como él amaba. O tampoco él sabía del tema.
Siempre voló en sus sueños, y su motivación levantó vuelo, para desbarrancarse en 30".
Algo le
decía que necesitaba romper el
perpetuante circuito de destratos, abandono, o indiferencia.
No era
algo habitual que dijese basta.
Eso le
generó una brisa de esperanza.
Una
brisa, simplemente pero de aire fresco.
Buscó una lapicera y apuntó el turno. Jueves, a las 19
hs.

No
deseaba mas anestesiarse, no quería repetir viejas historias
familiares.
Mejor se
calzaba sus zapatillas y salía a correr junto al río, allí a esa hora seguro que encontraría la única sombra que aceptaría cargar a cuestas.
Jueves, repetía, Jueves.
Norma
Echavarria
noviembre
24. 2013
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