Sunday, November 24, 2013

Sombras desconocidas.



Mirando el calendario quito la hoja de Octubre y sintió el peso del tiempo.

Nuevamente apareció la sombra de la soledad sobre su vida.
Otra vez sopa, como decía su abuela.


Cuando se conocieron el vértigo fue el primer plato.
La pasión las coincidencias, momentos de reconfirmación de cuan perfectos eran uno para el otro.

Tan vertiginosamente que se habían pasado varios meses entreverando sus historias y sus cuerpos.

El no se imaginó tampoco esta vez que quedaría fuera de juego.
Aunque fuese él quien se bajase antes de ser olvidado. 



Un pequeño detalle, que poco cambiaba el final del cuento. Pues tampoco peleaban por recuperarlo.

Algo que hacía sin lugar a dudas, era acomodarse.

 Para hacer que  sintieran que el estaba dispuesto a compartir su vida, a ser flexible, a ser buen compañero.
Como lo hiciera siempre. Desde pequeño. 
Tan acomodado como lo son las sombras. Perfectamente detrás o a su lado.

De tanta flexibilidad en su complacencia, aparentemente  terminaban sin verlo. 
O aprovechando su generosa entrega, le dejaban en el estante, como un juguete que ya no despierta ningún atractivo.

El mundo entero parecía desconocer quien era. 
Ahora se daba cuenta que ni él mismo tenía idea de quien había sido.

Martín era apuesto, aún lo suficientemente joven como para ser un buen candidato también en la alcoba.
Repasaba una y otra vez la escenas, mientras se llenaba un vaso con dos medidas de whisky y volcaba un par de hielos.




Que fallaba sistemáticamente?
O sería que era demasiado romance para el siglo XXI?
Un iluso, un idealista.
Eso era seguramente.

O un experto en elecciones erróneas?

Porque ya tenía el récord, de ser un excelente escucha para cada una de sus parejas, entre otras cosas.

Y estaba seguro de sus registros... O no tanto?
Sería posible que de golpe soltaran amarras sin él a bordo? O lo abandonen por otro.

Otra vez alguien cuyo amor aparentemente había conquistado, lo dejaba en el banco.
Así se sentía.

Un tipo lleno de talentos, buena persona, inteligente, un educado caballero que era invitado a salir por la puerta de servicio, u olvidado en algún desván o altillo.
Llevaba una rudimentaria estadística.
Evidentemente no tenía problemas iniciando historias amorosas.
Y de ser un amante apasionado.
Parecería que a poco de la partida algo se generaba para que volviese a sentirse solo.
Ese era otro de los problemas.
Cuando estaba solo, se llenaba de angustia, brotaba soledad por sus poros,y un tendal de juicios destructivos en hilera se hacían presentes.
Nadie puede quererte, sos un perdedor, un don nadie, sos un fracaso, cuando vas a darte cuenta?
Lágrimas tan transparentes como él alma que ofrecía.
Lo había sentido siempre, en cada instancia, en cada etapa peleaba con un monstruo de sombras.


Una transparencia que probablemente fueran las generadoras de la huida repentina de quien le acompañase entonces.
Podría ser que la urgencia hija de su ansiedad, llevaba a quemar las naves recién desembarcado? 
Era la pasión abrumadora o era su franca adaptabilidad que lo hacían dócil?
La pasión daba paso a una profunda tristeza. 
Ambas intensamente arraigadas en su cuerpo.

Lo peor de todo es que seguía repitiendo la vivencia del peso de la sombría cotidianidad pero no lograba acostumbrarse. Tal vez eso era bueno.
Tal vez debería esperar hasta ser realmente elegido.
Se daba cuenta que nunca lo había pensado siquiera.

Amar al hombre solitario y distraído sería posible? 
Amar como él amaba. O tampoco él sabía del tema.

Siempre voló en sus sueños, y su motivación levantó vuelo, para desbarrancarse en 30".

Tomo Martín el teléfono y decidió llamar para pedir ayuda.

Algo le decía que necesitaba romper el perpetuante circuito de destratos, abandono, o indiferencia.

No era algo habitual que dijese basta.
Eso le generó una brisa de esperanza.
Una brisa, simplemente pero de aire fresco.
Buscó una lapicera y apuntó el turno. Jueves, a las 19 hs.



Miró el vaso, se acercó a la pileta y volcó su contenido, sonriente a pesar de que era de los mejores whiskys que tenía.
No deseaba mas anestesiarse, no quería repetir viejas historias familiares.
Mejor se calzaba sus zapatillas y salía a correr junto al río, allí a esa hora seguro que encontraría la única sombra que aceptaría cargar a cuestas.


Jueves, repetía, Jueves.





Norma Echavarria
noviembre 24. 2013






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